
Querido Michael
Le escribo desde el año 2009, por una simple razón, porque de esta manera epistolar pretendo hacerle saber mi incalculable respeto por usted, mi ilimitada admiración y sobre todo, mi inconmensurable amor platónico.
Le conocí en el verano de 1999, cuando preso por un afán de leer todo lo que se me atravesaba, encontré en un armario de mi abuela, una caja con libros de filosofía y me topé con una copia de un corto manuscrito suyo: El orden del discurso.
Para esé entonces fue difícil enfrentarme a semejante trozo de concepto, pero los meses pasaron y me hice un mejor lector. Para la tercera leida de texto lo entendí y hasta lo apliqué, en una disertación publica en mis días de estudiante en el Departamento de Ciencia Animal, tomando como referencia en las orientaciones metódicas del contexto del modo general de producción de discursos, ahí fue cuando mi atención se volcó hacia usted, pues resulto ser un éxito la forma, el ritmo y la metodología de mi improvisada intervención.
Entonces indagué sobre su vida. Empecé a descubrir fascinantes facetas de su vida, entre ellas que compartíamos el amor entre caballeros.
Descubrí en el sótano de una librería en mi ciudad natal, en la sección de libros usados, su obra La historia de la Sexualidad, en sus tres volúmenes. Y desde ese momento todo fue una locura. Sentí, que había nacido en el lugar y la época equivocada, sentía que debí haber sido, su alumno de clases en el Collège de France y hasta imaginé acompañándole cuando se pronuncio prestando su voz para leer la declaración de los detenidos de la cárcel de Melun, en las dependencias en la Place Vendôme, en Paris.
Luego busqué de manera frenética la edición moderna de la Historia de la Sexualidad, para leerla de nuevo, sin las incomodas ralladuras y llamados de atención del infame ex dueño lector de los libros. Y sinceramente, fue un placer leer cada uno de los cuestionamientos sobre los conceptos de la identidad sexual.
Hoy en día, existe una herramienta llamada internet, que es una red informática. Es una red libre, ya que cualquier persona puede acceder a la información desde cualquier lugar del mundo. Del mismo modo, la información no tiene ningún tipo de restricción. Por lo tanto su obra se ha difundido a lo largo de todo el planeta. Es más, en el buscador de información mas usado, existen un millón ochocientas mil entradas de información en más de 10 idiomas, solo con escribir su nombre.
Fue entonces, cuando estudié en detalle su vida y obra por cronología, sus apariciones publicas, sus manuscritos, sus publicaciones y sus fotografías. Si, esas fotografías, donde le mostraban con su arrebatador encanto, con su demoledora atracción (esa atracción que está mas allá de la belleza, de la edad, de los colores y del sexo, si esa misma, la atracción de la inteligencia), y con su mirada un tanto amable.
Me sorprendí con una curiosidad, una contingencia del azar, un regalo del destino. En una pagina de internet sobre su obra, se tiene un compendio de sus obras en digital, copias de imágenes de sus manuscritos y papeles de trabajo; disponibles en ingles, francés, español, italiano y árabe. Y lo hallé. Dictaba usted, la lección del curso de Filosofía en el aula de clases en College de France “La hermenéutica del Sujeto”, el genial Jacques Langrange , grabó el audio en banda magnética, donde se escucha su hablar pausado por momentos, una acentuación texturizada por ese acento seductor francés con una vocalización perfecta y un acelerado ritmo al cierre de los conceptos. Ese mismo día, a las cinco de la tarde, cuando terminaba su curso, el 21 de diciembre de 1980, el suscrito veía la por primera vez la luz del mundo que lo recibía, en medio de una angustia terrible por los problemas de parto de la autora de mis días.
Entonces, escuchando hoy en día, su acalorada palestra académica, sentí que debí ser su alumno, y porque no, debí tener la suerte del Sr.Daniel Defert, y haber sido yo, su compañero sentimental por siempre.
Debí haberle amado con toda la fuerza, hubiéramos militado juntos por un sinfín de causas, y hoy en día sería su albacea, doctrinando sobre su obra, mi amado Michel. Es difícil imaginar lo que no se pudo ser, es más difícil aceptarlo, pero es inmensamente agradable soñarlo, por eso le escribo esta carta.
Ya sea desde la dialéctica o desde su antípoda, la retorica, su discurso entra en mí, me glorifica y me cuestiona sobre nuestra ignorancia, sobre nuestra falta de análisis. Quiero confesarle que me apasiona, que usted bloquea siempre, toda posibilidad de interpretarlo. Es impredecible, y eso es fascinante.
Para terminar quiero contarle que su cuestionamiento de que deberíamos intentar llegar a ser gays, y no contentarnos con reafirmar nuestra identidad de gays, es decir que no teníamos que descubrir que somos homosexuales si no que debíamos más bien crear un modo de vida gay. Un devenir gay.
Dicha intención de ser y no descubrir que somos, ya se está dando, tenemos estilos de vidas enmarcados desde lo gay y además, hemos logrado muchos avances en términos de igualdad de derechos, de libertades sexuales y de comprensiones de las inscripciones de nuestra sociedad actual, al amparo de nuestras orientaciones sexuales.
Sin embargo, aún no hemos podido acabar con esa maldita enfermedad, si, esa misma que le arrancó a usted, el último aliento, se ha llevado a millones de personas, y seguirá haciéndolo, hasta que las estructuras educativas mejoren en esta sociedad decadente y terca.
Para terminar, quiero confesarle que me hubiera gustado besarle en público, y eso lo pienso cada que veo una foto donde de manera tímida se muerde el labio inferior, como señal de desconcierto. Quisiera tener algo de usted, a veces siento que lo he ido forjando, así suene desmedido, pero sé que es así. Usted no buscaba respuestas; era un provocador. Indagaba en asuntos como la locura, la sexualidad o la acción política para "problematizarlos", para "ponerlos en evidencia", y a partir de ahí generar ideas, reflexiones y críticas, eso me encanta de usted, y creó ir por el camino correcto, ser provocador e impredecible. Su grandeza me devana el cerebro, aflige mi corazón y sublima mi imaginación. Le amo, y le seguiré amando y deseando cada que lo lea, en cada letra y hasta el ultimo punto final.
Suyo