martes, 8 de junio de 2010

Regreso Escarlata


Al hombre de las tildes, gracias por las divagaciones e información al respecto

Conocí a Anita en el Hospital Departamental Psiquiátrico San Isidro, ella en calidad de paciente y yo de visitante. Ella, una paciente lo más de querida, proveniente de un alejado pueblo, de estatura media, de rasgos mestizos, cabellera lisa y brillante y una enigmática sonrisa.

Anita presentaba un diagnostico consecuente con su sonrisa: Trastorno Afectivo bipolar Tipo I acompañado de Retraso Mental leve a moderado. El Trastorno Afectivo bipolar afecta sus estados de ánimo y hace que estos varíen entre la manía (afecto expansivo, pérdida de límites sociales y agresión a los demás) y la depresión (afecto inhibido, aislamiento, autoagresión). Por su parte, con el Retraso mental, Anita no tiene capacidad de abstracción, su pensamiento concreto genera que no le pare nada en la boca. Se pasa de sincera (sin proyección a largo plazo).

A los ojos de los psiquiatras y enfermeros, Anita es una latente Bomba atómica de plutonio y uranio; y a los ojos de los visitantes, Anita es una fiesta ambulante, un coctel delirante de diversión.

Los afectos, Anita los expresa sin reparos de ningún tipo. Y como no hay planeación, y nada que perder, es hilaridad y alboroto en su máxima expresión... hasta que se enfrenta con un límite social o físico. Es capaz de tumbar puertas, desbaratar una sala ó hacer polvo un cuarto; se vuelve altamente agresiva con quienes la rodean y como todo loco en términos de fuerza, Hulk es un escuálido esmirriado a su lado.

Manosear, codiciar, pretender, lisonjear y piropear a cuanto mancebo atractivo pasa por su lado, es el elemento más divertido del actuar de Anita, pues no se salvan ni médicos, psiquiatras, enfermeros, pacientes y menos los visitantes.

Esta paciente de larga data, al igual que los otros pacientes cumple una regla implícita, para diferenciarse fácilmente, los pacientes llevan chanclas (sandalias). Pero esa tarde Anita encontró algo fascinante: un arreglo en foamy negro (una especie de acetato de vinilo moldeable para hacer manualidades) que con algo de inventiva quedaba como unos bellos zapatos negros. Y ese fue su pasaporte de salida, así sin más, Anita en extramuros, estaba disfrutando de una calurosa mañana mientras la brisa caleña hacía ondear sus cabelleras, se había fugado.

En el camino, Anita se topó con un hombre mayor que le pregunto a esta sonriente chica, para donde se dirigía y ella le contesto: “Para donde me lleve” y le agregó el encanto de su enigmática sonrisa. El hombre aprovechó y después de comprarle una blusa satinada roja y unos enormes zarcillos dorados en el centro de la ciudad, Anita se encontraba acostada en una cama sucia de un motel de 1 estrella, siendo penetrada mientras ella alentaba al hombre con unas confesiones sobre sus sensaciones que eran sumamente honestas.

Mientras tanto en el Hospital, todos buscaban a Anita, médicos, enfermeros, porteros, visitantes y hasta pacientes. La buscaron en lugares inusuales y donde solo un arácnido podría esconderse, pero sin éxito alguno.

Después de una maratónica y revitalizante tarde de sexo, el hombre le pregunta a Anita, a donde quiere que la lleve de regreso, y ella le contesta con su amplia y trémula sonrisa: “Al Hospital Psiquiátrico”.

Así pues, Anita ingresaba radiante de nuevo al Hospital, con blusa escarlata y dorados pendientes, justo al terminar la jornada de visitas. La sorpresa fue mayúscula cuando todo el equipo médico la vio ingresar, al unisonó le preguntaron donde se encontraba y ella atino en responder con su demoledora honestidad:

“Pasando bueno… me hicieron lo más de rico”.

Lo que sucedió luego con Anita era lo justo y necesario desde la visual medica, fue presa de “la camisa de fuerza farmacológica” que secuestró su espíritu jovial potenciado desde su afecto expansivo, volviéndolo plano. Anita se desvanecía en medio de su tratamiento, y pasó a ser Ana, la paciente Bipolar Tipo I, maniacodepresiva y con retraso mental.

Acaso los terapeutas no sentirían al menos un poco de culpa por eliminar esa personalidad? ¿ A veces no hemos hecho lo mismo con nosotros?