Mi mirada estaba perdida entre los muchos edificios que eran vencidos por la velocidad, colores grises, matices verdes, y una gran variedad de rostros quedaban atrás mientras mi mirada seguía aferrada a las imágenes que esa ventana me mostraba. Sin quererlo estaba pensando y disfrutando de un paseo por lo que seria la nueva vida.
Recordé con anhelo mis vivencia por sur América, la calidez y descollante belleza de Lima, la singular gracia de lo autóctono de La Paz, el desorden mediático y encoñador de Caracas, los desmadres de la naturaleza en la belleza de los argentinos en Mendoza y Mar del plata, la glorificada sensación de recorrer el camino del Inca, y entonces comprendí, como a bien tuvo marichuy exponerlo en su magistral entrada los exiliados, que en el fondo todos somos unos exiliados, pero que migramos a donde nos indique el corazón y la razón en una consecuente decisión. Seguía con mi mirada clavada en esa ventana, esa ventana del trasmilenio que me mostraba la grandeza de Bogotá, la imponente metrópolis que levanta con altivez desde una meseta en los ramales de la Cordillera de los Andes.
Ahí estaba sentado pensando en que hay muchas cosas por vivir, muchos lugares por conocer, muchos momentos por explorar. La gente entraba y salía con la rapidez de sus imperiosas ocupaciones y actividades, mientras uno que otro íbamos admirando la monumental ciudad que se aprecia como la Atenas de Sur América, si, esa ciudad que me espera con más de 50 museos y casi 80 galerías de arte, la misma ciudad que tiene el teatro con mejor acústica de Colombia y donde la Orquesta filarmónica de Bogotá deleita a todos los espectadores, la misma ciudad que se llena de magia con el Festival Iberoamericano de Teatro, la ciudad que me alberga ahora y me ofrece el más rico de los ajiacos, la natal ciudad de mi escritor favorito Alfredo Iriarte, la ciudad que se engalana con la majestuosa Catedral primada de Colombia, Monserrate y la fastuosa Candelaria… en fin la ciudad que todos deben Conocer, es ahora mi nuevo hogar.
Pero además es la casa de los más grandes blogueros de mi país, el Gran Joker, el Genial Joey, Los queridísimo Oz y Dark, el Exquisito Gustavo Puntila, el misterioso Akira, el correctísimo Quike, el esquivo Piloto, el inocente Jako, el pensativo Green, el Gran Lord Alejandrojohn40 y la casa de muchísimos otros blogueros, hasta de los recién llegados Luis Contreras y el suscrito. Ojala la divina providencia me permita conocerlos a todos como personas, distando de algunos roces suscitados por mi impertinencia como blogger novato, rebelde e inexperto. Si, mi mirada seguía buscando entre las personas son rostro la identidad de estos geniales escritores de prosa urbana.
Ahora mi mirada se confundía entre las gentes, entre los caminante apresurados mientras llegaba a la Macarena, y fue justo ahí en medio del Organicismo de Salmona y el bello desgaste de la escultura de Villamizar, apareció el hombre de los ojos vivos, el dueño de mis suspiros y todo mi interés. Apareció para caminar junto a mi, junto a este corazón que galopa por él, en medio del arte, de los arboles y un abrazador frio propio de la sabana de Bogotá.