Ella, una joven auxiliar de cocina, corría con una bandeja con filetes apanados de pechuga de pollo, para ser ubicada en el mostrador. No podía permitirse atisbar una gota de sudor y que su cabello se saliera de la malla que lo recogía. Se sentía orgullosa de su curiosa manía de acomodar en diagonal muy ordenadamente cada pieza de pollo.
Él, un regordete hombre de mirada despreciable, iba refunfuñando por su tardanza a la cita. Su amante, una jovencita le esperaba con ansias, era quincena y él debía traerle algo de dinero a cambio de su “indiscutible compañía”. El infiel, resentido por convicción, disfrutaba mirando de reojo a las personas, cuestionando a diestra y siniestra el libertinaje estilo de algunos capitalinos.
Ella, una senil aristócrata capitalina, caminaba lentamente, aferrando su bolso al brazo y su vientre superior. El álgido ambiente capitalino era displicente para una mujer como ella, sin embargo el abrigo que la cobijaba era lo suficiente afelpado, costoso y practico para menguar el efecto climático, sobre su porcelanada y ajada piel.
Y Él, un apuesto y exitoso bloguero, iba caminando tranquilamente, sin ningún afán, como regularmente suele hacer; se divertía con los rostros cambiantes en su andar, los colores, los olores, los cabellos, y poniendo minucioso cuidado a cortas conversaciones ajenas mientras iba a su destino.
Eran las dos de la tarde, y para la anciana, el policía, el bloguero y el infiel había llegado un poco tarde, la hora de almorzar, y todos se dirigieron a un restaurante autoservicio donde los esperaba la auxiliar de cocina con una amplia sonrisa y diligente atención.
En la fila, se encontraba el infiel de primero, seguido por el policía, el bloguero y la anciana. Entonces la atención de los últimos tres se centró en el infiel cuando dijo:
-Yo no quiero pollo, quiero dos piezas de filete de pescado- dijo sonoramente
-Disculpe señor, pero el almuerzo solo lleva una pieza de carne- Dijo la auxiliar con una mirada tímida, pero sin apartar nunca su sonrisa diligente.
-ESTUPIDA!!! Usted creé que no tengo dinero para pagar, sirva dos piezas y no diga nada, que su trabajo es servir!- se dirigió el infiel en un tono desafiante.
-Oiga, Sr. Agente, haga que el señor se excuse con la señorita, dé el ejemplo, ustedes son la autoridad- Dijo el bloguero al policía con un gesto de reclamo ante la pasiva actitud del policía.
Ante la indolente postura del policía, él bloguero se dirigió a la anciana y a la joven al tiempo:
-Es que hay gente que no merece respeto alguno, y ese imbécil merece una golpiza!. Sepa ud. Señorita excusar a los hombres, todavía quedamos algunos caballeros- dijo el bloguero sonriendo.
-No se preocupe señor, uno se acostumbra a estas cosas. ¿Qué desea pollo o pescado?- pregunto la auxiliar de cocina.
-No se preocupe caballero, que la justicia divina existe!- intervino la anciana, antes de que el bloguero respondiera que le apetecía.
Cuando el bloguero se encontraba cancelando el almuerzo, escucho a la viejita preguntar:
-Señorita, la sopa está bien caliente?- con una voz un tanto trémula y a un bajo tono.
-Si, señora, es de crema de maíz- Respondió la chica.
-¡Perfecto!- Exaltó la anciana.
El bloguero se encontraba sentado cuando de pronto fue testigo de un hecho sin igual. Vio como la anciana se acercaba al infiel lentamente con la bandeja del almuerzo y su bolso y bastón en la otra mano, se veía aparatosamente ocupada, tanto que el bloguero tuvo el impulso de levantarse a ayudarla y entonces…
La anciana derramo completa la sopa hirviendo sobre el despreciable infiel que se encontraba compartiendo su almuerzo con una famélica señorita. La escena fue imperdible, la anciana se excusó y aludió a su desafortunado Parkinson. Un Colérico, furioso, enajenado y airado hombre se levantaba vociferando y bramando improperios y denuestos en contra de la anciana, pero todo su cuello y todo el brazo izquierdo era de un amarrillo humeante. El policía se levanto para tratar de ayudar en algo a la señora, mientras el infiel gritaba: LO HIZO A PROPOSITO MALDITA!.
La anciana en un tono maternal dijo que lo lamentaba y que ojala su madre no llegara a sufrir de Parkinson. Momento en el cual miró al bloguero le guiño el ojo, y su temblor desapareció mientras ella se iba del lugar.
Me quede… ups! Perdón, el apuesto bloguero se quedo pensando que definitivamente se hizo justicia… ¡Divina!